Fotógrafos, vendedores de artesanías, tinterillos, turistas y locales se mezclan en uno de los puntos más visitados de Medellín. Desde hace 20 años la ciudad tiene este lugar como punto de encuentro, el único en el mundo en el que 23 esculturas del maestro Fernando Botero gravitan a la altura de cualquier transeúnte.
Fotos: Giuseppe Restrepo
Cuando Ramón Durango llegó de Ciudad Bolívar a Medellín, empezó a trabajar en una fábrica de arepas, sin embargo, no tardó en retomar su oficio como fotógrafo. Desde hace 19 años se encarga de coordinar encuadres, ajustar luz y capturar momentos para la posteridad.
Pocas veces Jorge Iván Montoya pasa desapercibido. Los sombreros que vende los apila uno encima del otro en su cabeza, es como si un sombrero gigante rodeara continuamente la plaza desde hace 10 años.
Clara Tabares ha trabajado en las inmediaciones de la Plaza Botero desde su inauguración, sin embargo, en el oficio de vender suvenires tiene poco más de dos años, antes se destacaba tomando fotos a los turistas.
Desde hace 50 años, John Mario Álvarez se dedica al oficio de redactar todo tipo de documentos como cartas de recomendación, laborales, de compraventa, documentos comerciales, para declaraciones de renta o extrajuicio. Es un “tinterillo” y aunque antes trabajaba en el Palacio Nacional, desde 1996 lo hace en los alrededores de la plaza.
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Cada vez que Claudia Panesso viene desde Cali a Medellín, en su itinerario no puede faltar la visita a la Plaza Botero con su familia. Dice que es un lugar maravilloso y que le encanta que sean tantas las esculturas que puede detallar.
Romualdo Páez es de Aguachica (Cesar) y llegó a la ciudad en 1979. Trabajó siempre en las calles del centro de Medellín, las cuales dice conocer al dedillo. En la Plaza Botero laboró del 2005 al 2015, cuando decidió retirarse porque el trabajo ya no era tan bueno, aun así, no deja de pasar y saludar a sus amigos.
Aunque la mayoría de los turistas que llegan a la plaza lo hacen conociendo lo que se van a encontrar, para los venezolanos Alexandra Aular y Leandro Durán no fue así. Mientras realizaban un recorrido turístico en el metro, decidieron bajarse en la estación Parque Berrío y explorar de cerca las esculturas del maestro Botero.
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